viernes, 11 de noviembre de 2016

“Todo te da pena"




“¡Ay no, a vos todo te da pena!”, frase que me cansé de escuchar. Me la decía “todo mundo”, todo el tiempo. Y yo pensaba “¿Y qué? ¿Qué con que sea penosa?”

De niña, tengan por seguro que odiaba que me dijeran así. La verdad es que sí era bastante penosa, la verdad sí “todo me daba pena”, hasta pedirle algo a mi abuelo, pero cuando estas chiquita y sos penosa y alguien te dice “todo te da pena”, entonces más pena te da, lo cual me molestaba mucho. (Lo siento por decir pena un millón de veces).  Claro, nunca dije nada pero por dentro quería que se pararan en un lego y les doliera mucho. Son bromas, no soy tan mala… aunque un huevo en la cabeza no es mala idea. (Risas)




La situación es esta, ser penoso no tiene nada de malo. Porque seas así no significa que eres un “perdedor” o que nunca vas a lograr algo. La pena es parte de la personalidad de cada quien. ¿Podemos cambiar? ¿Podemos dejar de ser tan penosos? Yo creo que sí, de hecho yo soy prueba de ello. Tampoco voy a negar que sigo siendo algo penosa en algunos momentos, pero en comparación a como era antes definitivamente ha habido un cambio grande – la universidad tiene mucho que ver en eso por cierto.

Estoy segura que a muchos les ha pasado lo mismo. Han estado en la situación incómoda que algo les da pena y viene alguien y de la nada dice “A vos todo te da pena”, hasta puedo imaginar a esa persona haciendo un gesto raro (risas). Entiendo la incomodidad de no querer hacer algo por pena y que alguien sienta la necesidad de empeorar las cosas. ¡Por favor no!



Entonces… ¿puede uno dejar de ser penoso? Sí. Creo que sí se puede, tal vez no sea fácil, tal vez no se deje de ser al 100%, pero sí se puede. Creo que a medida vamos creciendo, conociendo personas y atravesando diferentes situaciones en nuestras vidas vamos haciendo un cambio. Para algunos los cambios son pequeños y para otros son grandes, algunas personas tratan de exponerse a situaciones que siempre les ha dado pena para irse acostumbrando, mientras que otras prefieren ir poco a poco. Sin embargo, no importa si eres de los que quiere intentar dejar de ser tan penoso o no les molesta serlo, porque poco a poco las situaciones de la vida de una forma u otra nos ayudan a cambiar –  sin darnos cuenta.

 En lo personal, no voy a negarles que ser penosa cuando pequeña me alejo de muchas oportunidades, como viajes con familiares. Ser bastante penosa hizo que algunas personas pensaran que era creída (lo cual estaba lejos de mi personalidad). Pero entiendo porqué algunas personas tenían ese concepto de mí, algunas veces yo he pensado eso de alguien y cuando conozco a esa persona me doy cuenta que lo único que ocurría es que era penoso o penosa. A veces las personas penosas tendemos a transmitir ese “aire de superioridad” porque caminamos por los lugares sin ver a los lados – de hecho cuando hay muchas personas camino enfocada en un punto fijo sin ver a las personas de mi alrededor – y no lo hacemos porque nos sentimos superiores, lo hacemos porque nos da pena, así de simple. Puede sonar raro para muchos, pero es algo normal para los penosos, es algo que la mayoría de las veces sucede.




Existen muchas otras situaciones como estas, como escondernos para que no nos vean o hacer como que no hemos visto a alguien y asi muchas otras. Pero tengan en mente que no lo hacemos porque nos caen mal (aunque para algunos puede ser motivo también) (risas), lo hacemos porque nos da pena, nos da pena hablarle a alguien en un lugar fuera de donde estamos acostumbrados a verlo – la escuela, la universidad, el trabajo, etc. -. Es así de “sencillo”, nos da pena. Asi que si alguna vez piensan algo sobre una persona sin conocerla bien, mejor traten de conocerla antes de hacer suposiciones, porque tal vez lo unicio que ocurre, es que esa persona es muy penosa. ¡Ya saben!

Esto es todo por hoy, muchas gracias por leer mi blog. Espero les gusta ¡hasta la próxima!

Abrazos.

jueves, 10 de noviembre de 2016

El Ansiado Primer Día de la Universidad




Esto va dedicado para todos aquellas personas que están o han sufrido los tenebrosos primeros días de la universidad.

Recuerdo mi primer día como si fuese ayer; era enero del 2013 cuando por primera vez puse un pie en una de las aulas de la universidad.  Eran alrededor de las 8:20 cuando entré a las instalaciones, no conocía nada y me sentía totalmente perdida. Como todo estudiante de primer año, llevaba un folder con mis horarios de clases, revisé el edificio y aula de mi primer clase (matemáticas) y “emprendí el viaje” de buscar el dichoso edificio uno (que no tenía ni idea donde estaba).

Minutos después, gracias a una alma buena logré llegar al edificio indicado y entré a mi aula (un poco tarde para ser primer día). Como muchos primerizos, tenía mucho miedo. No tenía amigos en la universidad, así que me tocó hacer nuevos. Al inicio no fue fácil pero sabía que si quería sobrevivir mi primer trimestre tenía que hablarle a alguien. Lo más gracioso es que hubo uno en especial que nunca imaginé llegaría a convertirse en mi mejor amigo (4 años después y seguimos siéndolo). A él lo conocí en mi clase de Administración de Empresas (clase general) y ni en un millón de años pensé que se iba a convertir en el amigo que puedo molestar hasta el cansancio (vos sabes quién sos).




Pero la cosa es esta, no quiero escribir solamente acerca de mí experiencia. Así que decidí preguntar a algunas personas sobre el tema.  

“Mi primer día no tuve que andar con el folder de estudiante (como vos) porque mi hermana ya me había explicado lo de los edificios. Gracias a Dios la mayoría de mis clases eran corridas. Solo tenía un bache (tiempo libre)  y ese día me fui a la cafetería y me senté sola, no sabía que hacer así que después me fui al CRAI (biblioteca de la universidad) y ahí estuve durante todo el bache. Logré sobrevivir gracias a mi novio (de ese tiempo) porque había entrado un periodo antes entonces sabía cómo llegar a las clases”. – M.A

“Estaba nervioso porque mis amigos del colegio entraron un trimestre antes entonces no era compañero con ninguno. Mis baches tampoco coincidían con los baches de ellos; tenía miedo de llegar a clases porque no sabía que cara poner, no sabía si estaba bien vestido, no sabía cómo iba a ser todo. Mi primer bache lo pasé solo, fui a una tienda y me compre una granita de fresa y estuve sentado solo por el banco de la universidad porque me daba pena ir a la cafetería. Tampoco comía ahí porque me daba pena, así que mis gastos definitivamente eran menor que ahora”. – M.H

“Mi primer día fue aburrido, no estaba para nada nervioso. Estaba desvelado porque ya me había acostumbrado a levantarme tarde. Fue algo normal”. – D.A




Para que vean que todos tenemos reacciones diferentes a mismos sucesos, en este caso, al primer día de universidad. Yo en específico sí estaba muy nerviosa. Me mudé de mi ciudad natal a la ciudad donde se encontraba la universidad. Dejé la comodidad de mi casa y a mis padres y hermanas. Fue un cambio muy drástico en mi vida pero logré adaptarme fácilmente. Pueden imaginarse lo nerviosa que estaba ese primer día; todo era nuevo, nueva ciudad, nueva casa, nuevo ambiente, nuevas personas, nuevos amigos, nueva vida. En fin, ese primer día lo recuerdo como si fuese ayer. Una joven de 18 años con su mochila en hombros, tratando de adaptarse a un nuevo ambiente, tratando de hacer nuevos amigos y tratando de sobrevivir el tan ansiado primer día.



Los primeros días en un lugar nuevo nunca son fácil; ya sea en una escuela (me tocó en segundo grado), en el colegio, la universidad, el trabajo, un país, etc. No es fácil porque usualmente no conoces a las personas de ese lugar, llegamos y estamos solos. Los que tienen más tiempo en el lugar están adaptados, ya entienden la secuencia. Pero los primerizos tienen que aprenderla, llegan de cero, sin ningún rasguño pero con miles por hacerse.

Sobrevivir el primer día de la universidad… todos lo hacemos, puede que para algunos sea más fácil que para otros pero se logra.  Así que no tengas miedo si estás por emprender esa nueva e increíble etapa en tu vida. La universidad es un privilegio que no muchos logran tener. La universidad es ese lugar del cual muchos decimos “ya quiero terminar, no soporto” pero que seguramente al terminar la extrañaremos. Es ese lugar donde te das cuenta de quién realmente eres y qué quieres. Es ese lugar en donde forjas amistades indispensables que deseas duren para todo tu vida. Es ese lugar que te llena de estrés y alegría al mismo tiempo. La universidad es una etapa muy bonita los que llegan a experimentarla (por mucho que nos quejemos) me podrán dar la razón. Así que disfruta esta etapa, conoce mucha gente, haz muchos amigos, no te arrepientas de nada y sí, ten miedo el primer día, es normal. De hecho, deberías de tenerlo, así podrás contar historias chistosas a tus amigos y familia.

Esto es todo por hoy, muchas gracias por leer mi blog. ¡Hasta la próxima!


Abrazos.

La niña “cuatro ojos"

Vía Pinterest


“La cuatro ojos”, creo que todos saben a qué me refiero con esto, y si no, aquí les explico.

Aproximadamente hace 13 años, estando en el cuarto grado y con 9 años de edad empecé a forzar la mirada para poder leer lo que la maestra había escrito en la pizarra. Las letras se miraban borrosas, la piel alrededor de mis ojos se arrugaba y mis ojos se achinaron mientras trataba de comprender que decían esas “cosas” borrosas.

Pasaron varios días y yo no decía nada, los días en la escuela se volvían tediosos, en especial cuando tenía que escribir lo que estaba en la pizarra. Forzar la mirada se volvía parte de mí día a día y la preocupación de no poder leer bien crecía. Aun así, no decía nada. Mi compañero de al lado (cualquiera que fuese) se volvía parte indispensable de mis días, que él o ella pudiese decirme lo que decía en la pizarra o que me dejara ver sus anotaciones para yo poder hacerlas era lo mejor que un ser humano podía hacer por mí en esos momentos, sin exagerar (risas). Y es que cuando tus dos ojitos dejan de tener una visión 20/20, si alguien te ayuda a leer lo que no  puedes y DEBES, le estarás agradecido para toda la vida.

Y así pasé varios días, más bien dicho semanas, tratando que mi vista volviera a la normalidad – cosa que no pasaría -. Después de miles de ceños fruncidos y ojos achinados, mi mamá se dio cuenta que algo estaba pasando… bueno, de hecho fue mi tía quien le dijo que yo “arrugaba los ojos para poder ver”.

Vía Introverted Doodles
Lo que siguió a continuación fue una visita al oftalmólogo.  Manos sudorosas y temblorosas mientras esperaba sentada junto a mi mamá en la sala de espera del doctor. Mi yo de 9 años deseaba que le dijeran que no tendría que usar lentes y que con unas gotas ya no vería borroso, pero no fue así. En el pequeño consultorio del médico, me senté en una silla “especial” con un aparato que el doctor puso sobre mis ojos. “¿Qué letras puedes ver?” Me preguntó el. Yo muy nerviosa empecé a pronunciar las letras que podía ver (las más grandes), al llegar a las de en medio ya no podía continuar, las letras se miraban borrosas y dije “no puede verlas bien”. El doctor cambió algo en el “aparato” (la graduación) y me preguntó de nuevo, “¿ahora cuáles ves?” y yo respondí hasta llegar al nivel que me dejaba ver todas las letras. “Necesitas lentes, sin duda alguna”, eso fue lo que el doctor me dijo al terminar la revisión. Mis manos continuaban heladas mientras mi mente trataba de procesar lo que el doctor acababa de decirme.

Mi mamá y yo salimos del consultorio con receta en mano donde decía mi padecimiento (miopía) y la graduación de lente que necesitaba (0.25 en uno y 0.75 en otro, -yo sé, no es mucho, en especial comparado con lo que tengo ahora (4.00) pero tenía 9 años y lo menos que quería era usar lentes, lentes para toda la vida. Mi mamá me explicó que no era tan grave, que habían personas en situaciones peores que las mías, que yo estaba saludable y que diera gracias a Dios por eso, lo cual hice. Sin embargo, aunque mi mamá tenía toda la razón, yo era todavía una niña que pensaba que no tener vista perfecta y usar lentes era el fin del mundo (Ay Dianita).




 En fin... ese no es el punto – aunque les acabo de escribir como 500 palabras sobre eso (risas) – pero ese no es el punto… enserio. El punto es lo que vino después. ¿Y qué vino después? “La cuatro ojos”. 

Mis primeros días como la niña con lentes fueron horribles. Tanto porque no me acostumbraba a utilizarlos como por todas las burlas y bromas que surgieron. “La cuatro ojos” era lo usual. Imagínense, una niña insegura de sí misma usando lentes y  sus compañeros burlándose. No era nada bonito. Pero cuarto grado no era lo peor, lo peor vino cuando la pubertad llegó a mi vida y decidió hacerme el camino no tan bonito. Una niña gordita, con cejas gruesas, dientes separados (por cierto, se unieron y nunca he usado frenillos, ¡ha!) cabello rebelde y lentes (he tomado malas decisiones en mi vida y los lentes que usaba en ese tiempo era una de ellas) no era precisamente una combinación que yo quería. ¿Pueden imaginarse mis años de estrés e inseguridad por no tener la apariencia perfecta que buscaba? y ¡Dios mío! los lentes no contribuían.



Sé que muchas personas pueden identificarse con esta situación y por eso quise hablar de ello. Mi adolescencia fue un poco traumática – aunque tampoco quiero exagerar – pero sí muchos eventos marcaron mi vida, por los cuales siendo sincera, estoy muy agradecida. Frases como “cuatro ojos”, “fea”, “uni ceja” marcaron mi adolescencia y en esencia, mi vida. Frases como estas hicieron de mí alguien más fuerte, alguien quien puede aguantar frases hirientes y hacerlas a un lado, aunque no voy a negar que a veces si llegan a calarme, lo cual creo es algo normal.

Como les decía, sé que muchas personas han pasado esto o algo parecido, también hay personas que lo están pasando ahora. Recibes frases o palabras feas de las personas, palabras que solo te hieren el alma, que te llenan de tristeza. Pasas situaciones que en el momento sientes te harán caer y quebrantar, pero te prometo que todo estará bien. Aunque te digan cuatro ojos o fea o lo que sea que te digan, todo estará bien. Nada de lo que te digan importa, de hecho, esas personas no importan. No deberían tener importancia alguna en tu vida, no deberían ser razón de quitarte el sueño, no deberían darte pesadillas, simplemente no lo valen. La verdad es que esas personas que te dicen cuatro ojos o cualquier otra frase, tienen las mismas inseguridades que uno, o posiblemente más y por eso atacan, porque eso los hace sentir que tienen poder y que “son algo”. Es por eso que no debe importar.

Vía Pinterest

¿Y saben qué es lo más irónico? Que al parecer usar lentes ahora está de “moda”. Que cosas verdad, que cosas. (Risas) Pues entonces, ¡vivan los cuatro ojos!

Y esto es todo por ahora, ¡Muchísimas gracias por leer mi blog! Hasta la próxima. 

Abrazos.